Todos juntos

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martes, 15 de octubre de 2013

COMENTARIOS A "MANIFIESTO POR EL CAMBIO" DE BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS


Este texto no se ha debatido en la Asamblea Popular de San Mateo. Se publica por su interés y con el fin de tratarlo próximamente. Esperamos la remisión de nuevos textos sobre esta cuestión.


Este artículo publicado en el periódico digital PUBLICO, firmado por el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, el pasado 31 de mayo de 2013, es muy interesante para muchas de las cuestiones que debatimos en la Asamblea Popular de S. Mateo del 15M de Cádiz. Creo que nos serviría como hoja de ruta en nuestros planteamientos como colectivo de ciudadanos comprometidos con la situación actual del país y de Europa entera.
Analizaremos algunos párrafos escogidos del mencionado artículo de prensa, que por su mensaje esclarecedor he seleccionado, por si os parece oportuno, tratarlos en próximas asambleas.

Ha estallado un conflicto fundamental entre los derechos de la ciudadanía y las
exigencias de los “mercados” financieros, y ese conflicto se está  decantando a favor de los “mercados”. Las decisiones formalmente democráticas son substantivamente imposiciones del capital financiero internacional para garantizar la rentabilidad de sus inversiones, teniendo para eso a su servicio a las instituciones financieras multilaterales, al Banco Central Europeo, a la Comisión Europea, al euro y a los Gobiernos nacionales que se dejaron chantajear.


El fascismo financiero 

En éste párrafo se expresa claramente, quienes son nuestros enemigos, que para mas INRI, los tenemos en casa, es decir Banco Central Europeo, Comisión Europea y unos Gobiernos nacionales que se dejan chantajear, por los que surten de dinero al sistema: los “mercados financieros”. Y estos están anteponiendo sus exigencias a cualquier tipo de derecho adquirido que tuviera la ciudadanía en los países europeos.

Al contrario que el fascismo histórico, el actual fascismo financiero, en vez de destruir la democracia, la despoja de cualquier fuerza para poder hacerle frente y la transforma en una monstruosidad política: un Gobierno de ciudadanos que gobierna contra los ciudadanos; el Gobierno legitimado por los derechos de los ciudadanos que ejerce violando y destruyendo esos derechos.

Aquí se habla abiertamente de “fascismo financiero”, que ha terminado con el sistema democrático al conseguir que los gobiernos elegidos democráticamente, terminen legislando en contra de sus ciudadanos, a fin de proteger los intereses de los mercados financieros.

La defensa de la democracia real exige una unión del tipo de aquella que unió a las fuerzas antifascistas que tanto lucharon por la democracia que tuvimos hasta hace poco y que conquistamos hace menos de 40 años. Porque el fascismo es diferente, son también diferentes las formas de lucha. Pero lo que está en los objetivos es lo mismo: construir una democracia digna de su nombre.

Por encima de todo habrá que enfrentarse a la intimidación y a la manipulación del miedo, a los drones con los que los “mercados” destruyen sin costes los derechos de los ciudadanos. La desobediencia puede asumir varias formas, pero todas conllevan  asumir que la deuda, tal como existe, es impagable e injusta, porque no se puede liquidar a un país para liquidar una deuda.

La deuda impuesta, impagable e injusta.

Aquí tenemos el meollo de la cuestión, la desobediencia para que esta deuda creada artificialmente nunca se pague, o al menos que no sea su abono prioritario por encima de los derechos ciudadanos en SANIDAD, EDUCACIÓN Y ASUNTOS SOCIALES, que son los pilares básicos del estado de bienestar, por los que se luchó en Europa desde el final de la 2º Guerra Mundial. Los intereses de esta deuda los regula el propio mercado con sus mecanismos, léase “prima de riesgo”, que  impone el interés que tiene que pagar un estado por financiarse en los mercados financieros internacionales.

Los partidos políticos de izquierda son los más tímidos en este proceso de convergencia porque tienen demasiados intereses puestos en el actual ciclo político y temen por su futuro. Tienen dificultades para admitir que, si no asumen riesgos, están condenados a ser el barniz democrático de las uñas del fascismo financiero. El dilema al que se enfrentan es serio: si van de la mano de un movimiento social que apunta hacia un nuevo ciclo democrático, pueden estar suicidándose; si no lo hacen, serán vistos como parte del problema que enfrentamos y no como parte de la solución, corriendo el riesgo de, en el mejor de los casos, volverse irrelevantes, lo cual es otra forma de suicidio.

El dilema de la izquierda política.

Otro aspecto clave, la actuación ante este panorama de los partidos de izquierda enfrentados al dilema de seguir el “status quo” de la situación, perpetuarse en el sistema a la espera de su oportunidad en las próximas elecciones, o abordar los problemas actuales, junto a la ciudadanía, exigiendo un cambio radical en las reglas del juego. El papel de los movimientos sociales debe ser fundamental a la hora de decantar hacia esta última posición a los partidos de izquierdas. Tenemos que presionarlos, exigirles alternativas, trasladarles propuestas para que entiendan que existen otras formas de gobierno, que palien los efectos negativos de esta nueva modalidad de fascismo. Entre todos podremos hacer frente a esta amenaza, que es de mucho mayor calado del que presuponíamos. En la Unidad de los grupos progresistas de este país y de Europa entera, esta la solución. Como colectivo ciudadano debemos exigirla a todos los agentes institucionales, partidos, sindicatos, colectivos sociales, etc.

Ante este dilema -que todos debemos comprender-, los ciudadanos y las ciudadanas no tienen otro remedio sino salir a la calle para reclamar la caída del Gobierno y forzar a los partidos de izquierda y centro-izquierda a asumir riesgos, ayudando a minimizar los costes sociales y políticos de la turbulencia política que se aproxima sin tener en cuenta los cálculos partidistas. Estamos, tal vez, entrando en un momento fuerte de la democracia participativa, sirviendo de fuente revitalizante de la democracia representativa.

Democracia participativa ya.

No hay más que añadir, queda meridianamente claro. DEMOCRACIA PARTICIPATIVA YA, en todos los foros, ante todos los interlocutores posibles, con más intención que nunca. Exigir a los políticos que escuchen y consulten a la ciudadanía las cuestiones que les afectan de manera significativa. Exigir la máxima transparencia en la gestión de los dineros públicos de todos los estamentos de la Administración.

Cádiz, 3 de junio de 2013

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